Según la Revelaciόn Cristiana el hombre fue plasmado de la arcilla(cuerpo) y creado a imagen y semejanza de Dios según el espíritu , la Ruah divina que penetra la materia desde el principio de la Creaciόn y le da vida. No es una vida biolόgica, sino una fuerza espiritual que anima nuestra misma vida física. Entonces el hombre custodia este corazόn espiritual del que saca el nutrimiento espiritual y gracias a él da sentido a sus elecciones y a su vida. Espíritu, conciencia, pensamiento reflejado, alma, corazόn espiritual pueden ser utilizados como sinόnimos de esta realidad interior del hombre, aunque manteniendo matices de significados diferentes.
Nosotros preferimos llamarlo corazόn espiritual o amor, que no nos pertenece totalmente; sus raíces afondan en el infinito misterio de Dios. Para usar una metáfora podríamos parecer a un pozo profundo cuya agua que nos fortalece y nos da vida no nos pertenece, sino que nos es donada siempre indipendientemente por nuestros méritos.
Él es fiel a sí mismo, es como un puente entre el hombre y Dios. Romper este conexiόn significa quitarnos la posibilidad de ser nosotros mismos. La búsqueda de este misterio es el camino que cada hombre empieza en su vida, consciente o menos, a veces sin conseguir darle un nombre. Todas las religiones testimonian esta realidad espiritual.
El alma nunca muere, porque Dios es inmortal, por eso ocurre estar muy atentos a lo que elegimos y a lo que cultivamos en este corazόn, porque si seguimos nuestro egoísmo arriesgamos a construir nuestro infierno.
En muchas ocasiones Papa Francisco no cesa de denunciar el propagarse de una grave enfermedad en nuestro siglo que él llama “ cariosclerosis” que no se refiere al músculo del corazόn físico, sino al corazόn espiritual. Es el cierre del corazόn, un tipo de anestesia, indiferencia, egoísmo colectivo de la sociedad de hoy.
Papa Francisco sigue lamentándose del propagarse de la cultura del recorte frente a la que nececitamos rebelarnos. La llave de esta rebeldía es la ternura del corazόn, dejarse contagiar de su dulzura, de la solidaridad hacia el próximo, de la belleza del regalo, del bien que nos construye y nos fortalece.
Como en la parábola del buen samaritano, no esperamos que alguien nos pida ayuda, pero nos ponemos nosotros mismos próximos a quien tiene necesidad. El socorro parte de esta motivación profunda y constituye su essencia.
Porque el pobre antes de ser saciado, vestido... necesita calor humano, sentir que es importante para alguien y sentirse querido. ¿Y quién no necesita sentirse querido?¡ Todos deseamos este agua, todos somos iguales en este hambre!
¡Socorramos el corazón, démosle la respiración que pide! ¡ que nos despierten del sueño de la indiferencia de cada día, cada momiento!